Cientos de jóvenes de todo el mundo se instalan en la ciudad portuguesa para trabajar como moderadores de contenidos en redes sociales como Facebook, unos empleos marcados por el estrés psicológico, los bajos salarios y las imágenes explícitas que revisan
Lisboa | 13 de diciembre de 2021
”Busqué trabajo como moderador de contenido porque es muy fácil que te contraten”, explica Elio Marhuenda (nombre ficticio), mientras da otro sorbo a su cerveza en una cafetería del centro de Lisboa. Marhuenda trabajó durante tres meses en la capital portuguesa para la multinacional Accenture, que entre otros servicios realiza labores de marketing digital y de moderación de contenido para grandes firmas tecnológicas, como Facebook. Una forma rápida de obtener ingresos para poder continuar con su máster, aunque las condiciones laborales y las características del empleo le hicieron abandonarlo pronto.
El trabajo de este estudiante consistía en revisar si las fotos, vídeos y comentarios publicados en Facebook cumplían las reglas de la compañía o no. “Y podías ver cosas muy impactantes. Recuerdo un vídeo de una cámara de tráfico en el que se veía a una madre que salía del asiento delantero de un coche para quitarle un videojuego a su hijo, que estaba en la parte trasera. En cuanto la mujer volvió al asiento del conductor, el niño salió corriendo del vehículo y se lanzó por el puente. La madre corrió detrás de él, pero no consiguió evitarlo y comenzó a golpearse contra el suelo con una desesperación absoluta”, añade. En otras ocasiones pudo ver escenas de violencia, incluidos asesinatos.
Marhuenda señala que este tipo de publicaciones son una minoría entre los centenares que tienen que ver y clasificar cada día, aunque reconoce que estar expuesto a estos contenidos puede tener consecuencias psicológicas graves a largo plazo. Es por este motivo que las propias compañías ponen a disposición de los trabajadores un especialista que los atiende una vez al mes, aunque algunos empleados sostienen que su labor es meramente testimonial.
Marhuenda reconoce que estar expuesto a estos contenidos puede tener consecuencias psicológicas graves a largo plazo
Samina Haray (nombre ficticio) ha trabajado durante dos años revisando las publicaciones que se suben a los grupos de Facebook de Turquía, su país natal. “A veces ni siquiera te das cuenta, pero luego ves que estás más irritado y de peor humor al estar expuesto a los comentarios de odio en las redes sociales. Es muy fácil sufrir las consecuencias mentales”, explica Haray. La mujer, graduada en psicología, se muestra muy crítica con las sesiones de terapia que proporcionan las empresas. “No les interesa el bienestar del trabajador, solo que su rendimiento no se vea perjudicado”, considera.
Daños psicológicos
Haray denuncia además que los procesos de selección son poco rigurosos porque las empresas necesitan constantemente mano de obra debido, en parte, a que pocos empleados permanecen en el puesto durante mucho tiempo. Esta necesidad de las corporaciones impide valorar si la persona contratada está preparada psicológicamente para revisar durante horas los contenidos que se publican en las redes sociales.
María José Chambel, profesora de psicología de la Universidad de Lisboa, apunta en ese sentido. “En las profesiones de elevado riesgo psicológico es necesario hacer evaluaciones rigurosas para tener la certeza de que las personas que las ejercen son capaces de soportar la exigencia mental de su trabajo. Es lo mismo que ocurre con los militares, los policías o los profesionales de los servicios de emergencias”, explica la docente.
Chambel no duda en incluir a los revisores de contenido dentro de las profesiones de riesgo. “Son personas que enfrentan situaciones emocionales muy fuertes debido a su exposición a publicaciones muy exigentes a nivel psicológico. A esto hay que sumar que los trabajadores no pueden hacer nada para evitar esta violencia, lo cual eleva el factor de riesgo para la salud mental”, asegura la profesora, quien a pesar de valorar positivamente la atención psicológica que prestan las propias compañías, sostiene que es necesario crear el ambiente idóneo para que los trabajadores hablen abiertamente de su experiencia. “Las personas tienen que estar formadas para aceptar que pedir apoyo psicológico en un determinado momento no es una debilidad, sino que es fruto del trabajo que tienen”, resalta.
La falta de un tratamiento adecuado puede ocasionar a largo plazo situaciones de estrés post traumático que, según la profesora, derivan en depresión, alteraciones del sueño, incapacidad de relacionarse con los demás, irritabilidad o agresividad. “Si sumamos estos factores a otros problemas, como una mala relación con los superiores o compañeros de trabajo, una baja remuneración o unos malos horarios, la situación es aún peor”.
Una parte importante de los moderadores de contenido padecen estas situaciones, ya que trabajan por turnos durante las 24 horas del día —muchas veces rotativos— y se les exige tomar decisiones rápidas y con un elevado grado de acierto a la hora de clasificar las publicaciones que ven.
Buen clima, baja remuneración
“¿Lo sabes todo sobre las redes sociales? Estamos buscando personas que hablen sueco para unirse a nuestro equipo en Lisboa!”. Este es uno de los muchos anuncios que empresas como Accenture o Teleperformance —compañías subcontratadas por Facebook— publican en las redes sociales para captar trabajadores.
El boom de estas entidades en Portugal comenzó hace menos de una década, cuando el país empezó a aparecer en las listas de los mejores destinos para visitar y vivir. El buen clima, la comida, la seguridad y el carácter amable de los portugueses se han convertido en un reclamo para jóvenes de todo el mundo que buscan pasar una temporada en un destino nuevo. Unos alicientes que las empresas del sector han aprovechado para instalarse en Lisboa como una de sus principales bases operativas en Europa, beneficiándose a su vez de los bajos salarios que se perciben en Portugal, en comparación con otros países europeos.
El ‘boom’ de estas entidades en Portugal comenzó hace menos de una década, cuando el país empezó a aparecer en las listas de los mejores destinos para visitar y vivir
En el caso de Marhuenda, su contrato de ocho horas diarias le daba derecho a una remuneración de unos 800 euros mensuales. Además, tenía que lidiar con tiempos calculados al segundo para comer, ir al baño e incluso levantarse para hacer alguna consulta a sus superiores. “Teníamos que dejar constancia en el sistema de todo lo que hacíamos. Si excedíamos el máximo de 15 minutos al día para ir al baño, por ejemplo, la empresa te descontaba ese tiempo del sueldo a final de mes”, relata.
Estos inconvenientes, sin embargo, no han sido suficientes para evitar la llegada de trabajadores al país dispuestos a desempeñar esta tarea, como reveló en su día el presidente de Teleperformance en una entrevista a la revista Forbes. Las empresas han conseguido ofrecer sus servicios a un precio competitivo, reducir costes y fiscalizar lo que ocurre en la mayor red social del mundo en decenas de idiomas. Y todo desde un lugar.