Archeoplastica relata, a través de la historia de residuos encontrados en playas, la evolución del consumo en Italia en los últimos 60 años para concienciar sobre la contaminación
Roma | 12 de octubre de 2022
Hace cuatro años, Enzo Suma dio con un bote de protector solar en una playa de la Apulia, el tacón de la bota de Italia. En ese entonces, el guía turístico no prestó mucha atención a los detalles, pero se dio cuenta de que el precio en el reverso del envase estaba en liras, la moneda en el país antes del euro. El resto de la información que encontró confirmó que el objeto había vagado por el mar durante más de medio siglo. Suma publicó una imagen del descubrimiento en su Facebook, lo que desencadenó una lluvia de comentarios asombrados. “En realidad, en la escuela nos enseñan que el plástico se deteriora con el paso del tiempo. Pero ver un recipiente que sigue intacto, que ha vivido una vida de desecho durante cincuenta años, tiene un efecto diferente”, considera.
El hombre, de 41 años, empezó a recoger sus “hallazgos” con el objetivo de concienciar sobre la contaminación de plásticos en los océanos a través de la historia de los objetos. En 2021, tras una campaña de recaudación financiada por personas que conocían su compromiso con el medio ambiente, el proyecto tomó el nombre de Archeoplastica.
En la actualidad, tiene más de 350.000 seguidores en Instagram, Facebook y Tik Tok. En su sitio web, alberga un museo virtual con algunos objetos reconstruidos en 3D. Mediante las descripciones de qué son, es posible entender cómo ha evolucionado el consumo y las modas de Italia en los últimos 60 años. Se observan desde minibolas de helado Eldorado, con los colores de los equipos de la Serie A, hasta un paquete de Nesquik de hace décadas, o las gotas Stilla, populares en los años sesenta, y que se recomendaban para quienes sufrían de ojos rojos después de bañarse en el mar. Cada uno de los residuos tiene una historia, contada en videos cortos, con un diseño típico de aquellos tiempos, cuando el nombre de la marca se grababa en el plástico y no en las etiquetas.
Suma volvió a su natal Apulia, tras una experiencia universitaria en Venecia, con la educación ambiental y la revaloración del territorio como misión. En la zona de Ostuni, provincia de Brindisi, muchos lo conocen por sus iniciativas: desde la colaboración con un área marina protegida y un parque regional hasta su labor con el censo de los olivos milenarios. Desde hace más de una década, visita las playas, donde observa al fratino, un pequeño pájaro que anida cerca del mar, y busca salvar a las tortugas varadas. Pero el guía se dio cuenta de que el Mediterráneo también lleva consigo muchos desechos. En una de estas recogidas, hizo el descubrimiento que lo llevó a la creación del proyecto.
Distintos usuarios se han preguntado cómo es que encuentra todo este material, mientras que ellos no consiguen nada. La respuesta es sencilla: “Mucha gente solo está acostumbrada a ver las playas en verano, cuando se limpian al amanecer. Digamos que el turismo ha escondido un poco este problema”. Suma visita los arenales de las provincias de Bari, Lecce y Brindisi, sobre todo en invierno, antes de que los municipios y los establecimientos balnearios se preparen para la temporada de verano, cuando el mar vierte aún más desechos en las costas. Con él, suele reunirse un gran número de personas, que aumenta en proporción a la sensibilidad sobre el tema. Han llegado, incluso, hasta las 100.
Las búsquedas de Suma siempre se encaminan en la misma dirección. Cuanto más famoso es el objeto, más fácil es encontrar los anuncios de la época, pero ciertos detalles de los envases le ayudan a entender de qué productos se tratan. El código de barras es una pista, al igual que la mención del IVA, introducido en 1973, o el precio en liras. “Ahora, por la forma, reconozco el diseño inmediatamente. Podría impartir un curso de grado sobre diseño italiano”, afirma. Pero no siempre es tan fácil y a veces no basta con ser un conocedor del ramo para poder averiguar quién lo produjo y de dónde procede.
Cada uno de los residuos tiene una historia, contada en videos cortos, con un diseño típico de aquellos tiempos
La interacción con los usuarios es el verdadero valor añadido de Archeoplastica. Donde los conocimientos de Suma no llegan, miles de seguidores y sus intuiciones resuelven misterios difíciles de descifrar. Una auténtica labor de detectives digitales en búsqueda de respuestas.
Un caso muestra este proceso de forma emblemática. Es uno de los hallazgos más extraños de la colección: un frasco que parece un payaso con una inscripción en la parte inferior, Kazaplast, el nombre de una empresa griega que fabricaba juguetes a otros proveedores. Tras la publicación del vídeo, una chica les envió un cartel de la empresa Attiki, en el que aparecía un chico muy parecido al supuesto payaso encontrado en la playa.
Posteriormente, cuatro personas diferentes encontraron un vídeo en YouTube sobre la historia de Attiki, en el que aparece la botella sobre un escritorio. La empresa le confirmó a Suma que se trataba de Fino (Φίνο), una figura inspirada en Pierrot, un personaje de la comedia italiana, y que el frasco contenía miel. El estado del artefacto sigue siendo muy bueno, solo le falta el tapón, una especie de embudo con función de dispensador.
El factor nostalgia
Los usuarios no solo son útiles para desentrañar los arcanos. Muchos de ellos informan de artefactos encontrados en las playas de la Toscana, Cerdeña o Sicilia, aunque en la mayoría de los casos es el Adriático, quizá por su cuenca más cerrada, el que tiene más basura, dice Suma. Con ellos, Archeoplastica ha establecido una relación de confianza en la que la nostalgia por el pasado y la ansiedad por el futuro desempeñan un papel fundamental.
“Para algunas personas, el factor memoria también actúa. A veces, cuanto más fuerte es el recuerdo, más fuerte es también esa conciencia que nos llega después, cuando nos damos cuenta de que ese objeto vino del mar, vagó todo ese tiempo y llegó a las playas”, dice Suma. Lo mismo le ocurrió a él cuando encontró un balón con el logotipo de Italia 90 y se vio inmediatamente catapultado a cuando tenía nueve años: al Mundial de Totò Schillaci, el delantero de los azzurri. Está endurecido y aplastado, pero el logo es perfectamente legible.
El Mediterráneo es considerada una de las regiones del mundo más afectadas por la presencia de microplásticos, según un artículo publicado en la revista Nature. Esto se debe a que sus costas se encuentran densamente pobladas y a la pesca intensiva, junto con la navegación, el turismo y las actividades industriales. El potencial evocador de Archeoplastica pretende empujar a la gente hacia una reflexión sobre los patrones de consumo y un uso más responsable del plástico.
Esta es otra de las razones por las que el proyecto no se queda solo en lo virtual, sino que con el tiempo ha adoptado diferentes formas, como las exposiciones en colaboración con la revista National Geographic en Bari y Pisa, o las iniciativas itinerantes en escuelas de la provincia de Brindisi, y más allá. “Es interesante ver la reacción de los estudiantes. Tienen una concepción diferente del tiempo. Para ellos 30-40 años es casi situarse en la prehistoria, les parece algo realmente muy antiguo”, describe.
No sólo hay objetos antiguos, de más de 30 años, sino también residuos más recientes, lo que demuestra que aún queda mucho camino por recorrer. Suma pone de ejemplo las radiosondas, instrumentos que recogen datos útiles para el sistema meteorológico, compuestas de en una carcasa de poliestireno y un globo de goma inflado con helio. Cada día se lanzan desde más de 900 lugares de todo el mundo y, en la mayoría de los casos, acaban en el mar y suelen volver a los litorales marinos.
“Está claro que el mayor error es usar un material que puede durar siglos, incluso milenios. Y lo estamos utilizando como el plástico de un solo uso, una contradicción que tenemos desde hace 60-70 años”, comenta. La Unión Europa, con la directiva SUP, está avanzando hacia la eliminación gradual de este tipo de residuos. Pero para el creador de Archeoplastica, esto no es suficiente. Por eso también espera dialogar con las instituciones.
Mientras tanto, sigue removiendo conciencias y contando la historia de sus hallazgos: “El proyecto interviene para acercar a la gente a la alternativa y hacerles comprender que hay un problema de fondo. Hay alternativas que podemos elegir”.